Hace algunos días, miré el webinar Debates sobre comunicación de la ciencia en contexto de pandemia del ciclo UNSL Dialoga de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL) con las doctoras Ana María Vara de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y Carina Cortassa de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) y moderado por el doctor Antonio Mangione de la UNSL.
Me quedé pensando en una de las preguntas hechas a las doctoras. La pregunta era sobre la privacy y la posibilidad de deslocalizar los servers para protegerla. Claramente se habló mucho del sistema Nube hace algunos años, pero no se entendió de que se trata. Más allá de esto, me acordé de una conversación que tuve, hace diez años, con unos amigos que estaban estudiando y trabajando en computación. Justamente se hablaba de cómo gestionar el tema privacy. Los dos se miraron, se rieron y me dijeron: "Privacy es un legado sin sentido del siglo pasado." Cada día me convenzo de que es así. La cosa no me asusta, sí... me interroga.
Me parece legítimo que la gente cuestione las aplicaciones de monitoreo propuestas por los gobiernos. Lo que no me cierra es porque no tiene la misma duda o hesitación al descargarse la app de Uber o de Moovit, o la de su banco. Ni mira los 'Términos y condiciones', hace click sobre Aceptar...et voilá. Me invitan a hacer lo mismo. Me dicen "Es útil", "La vas a necesitar", "Es todo más simple". Pero, si es un gobierno que propone de monitorear mis desplazamientos o en que gasto mi plata...entonces empieza la preocupación para 'El Gran Hermano' y la 'violación de la privacy'.
También hay los que tienen miedo de la Inteligencia Artificial. Miedos, en partes, con razón de ser. Me dibujan distopías de un futuro donde no hará diferencia entre hombres y máquinas y donde estas últimas nos dominaran. En estos cuentos, siempre falta el capítulo donde el género humano toma conscientemente la decisión de planear y desarrollar maquinas capaces de dominarlo. La conversación termina entre una cerveza y otra y alguien saca la nueva app que te hace la cara de gato, o te hace aparecer más viejo. "Ponétela vos también, es divertido". Seleccionan las casillas de Captcha, et voilá otra vez, ahora se pueden divertir con los amigos enviando fotos modificadas por esa misma Inteligencia Artificial que entrenan cada vez que ponen un input en Captcha y cada vez que utilizan la app. "Es gratis", me dicen. Jajaja, gratis. Y lo creen de verdad que sea gratis.
Preocuparse de cómo proteger la privacy me parece una pérdida de tiempo. No porque la sociedad no pueda cambiar las dinámicas de fuerzas de ciertos poderes económicos y políticos, sino bien porque...en el fondo, la sociedad misma no quiere. Nadie quiere volver a un mundo de papel, la única forma de proteger, realmente la privacy (hasta que no se logre la criptografía cuántica en forma comercial, si es posible que se pueda). Nadie quiere quedarse atrás con las últimas apps que el mercado ofrece.
Me parece que una pregunta más constructiva podría ser: "¿Qué queremos a cambio de nuestra privacy?". "¿Cómo queremos que esos datos se utilicen?". Y me parece que el único interlocutor razonable para estas preguntas sea el Estado. Pero, preferimos verlo como enemigo, mientras posteamos la nueva foto de nuestra cara modificada con la última app esperando el Uber que sabe dónde estoy y adonde voy y el recorrido que haré. Total...es gratis…¿no?
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